2 y 3 de marzo (Ya proyectada)

La trilogía de Yusuf
Miel
Bal
Nacionalidad: Turquía-Alemania
Año de producción: 2010
Director: Semih Kaplanoglu
Guión: Semih Kaplanoglu y Orçun Köksal
Fotografía: Baris Ozbiçer
Montaje: Ayhan Ergürsel, Semih Kaplanoglu y S. Hande Güneri
Duración: 103'
Distribuidora: Golem
Intérpretes: Bora Altas, Erdal Besikçioglu, Tülin Ozen
Género: Drama
Sinopsis:
Yusuf es hijo único y vive con sus padres en una aislada zona montañosa. Su padre, Yakup, al ver que peligra el sustento de su familia por la paulatina desaparición de sus abejas, no tiene más remedio que colgar sus colmenas en una zona peligrosa del bosque. Un día, Yakup no regresa, y el pequeño Yusuf se da cuenta de que su madre se entristece más con cada día que pasa, así que hace acopio de valor y se adentra en el bosque en busca de su progenitor, avanzando hacia lo desconocido.
Página web: www.golem.es/miel
PASES: 18:30-20:30-22:30



COMENTARIOS DE SEMIH KAPLANOGLU, GUIONISTA Y REALIZADOR


La trilogía de Yusuf
MIEL es la tercera película de la trilogía de Yusuf. Esta trilogía empezó a tomar forma cuando revisaba un guión que había escrito hacía tiempo y que contaba a grandes rasgos la historia de Yusuf hacia el fin de su adolescencia, tal como aparece en Süt/Leche. Mientras trabajaba en el personaje de Yusuf, empecé a pensar en el futuro del joven (Yumurta/Huevo) y en su pasado (Bal/Miel). Así nació la trilogía. Empecé con Yumurta/Huevo quizá porque quería desnudar lentamente al personaje hasta llegar al núcleo. La trilogía puede verse como un largo flashback, pero en ningún momento son películas de época. Todas transcurren en el momento actual y en diferentes lugares; las relaciones y niveles económicos difieren.

Me han preguntado si los tres Yusuf son el mismo. Prefiero no contestar para no revelar sus secretos, la relación directa e indirecta entre las películas, y sus misterios.

Mis experiencias personales

Me basé en mis experiencias para dar forma al personaje de Yusuf. Puede decirse que Yusuf lleva parte de mí en su interior. Hay referencias a mi infancia en los tres guiones y me parece que he sido capaz de plasmar con realismo los problemas y la búsqueda de Yusuf. Mi infancia está muy presente en MIEL. Los problemas en la escuela cuando intentaba aprender a leer y a escribir, las preguntas que hacía y que nadie contestaba, la intensa crueldad y riqueza de la naturaleza. En muchos aspectos, el niño da forma a su personalidad mientras descubre el mundo con curiosidad. Puede que un malentendido le lleve a cometer un error ingenuo.

Un lugar poco corriente

Para Yusuf y su padre Yakup, el bosque es un lugar mágico lleno de misterios. Entran y salen de este mundo encantado. Es mucho más que el sitio donde van a buscar su sustento. Es otro mundo poblado de viejos e inmensos árboles, criaturas misteriosas como la mula y el gavilán que les acompañan. No fue fácil encontrar una localización con enormes árboles de grandes troncos. Me esforcé en encontrar el sitio adecuado para colocar las colmenas y que estuviera a la altura de las imágenes que quería plasmar en MIEL. Rodamos en varios bosques donde se han colgado colmenas durante siglos. Había unos 30 ó 40 km entre ellos; estaban a diferentes alturas sobre el nivel del mar y ninguno tenía las mismas especies de árboles.

Yakup el colmenero

Yakup, el padre de Yusuf, es un colmenero que recoge la miel de la abeja negra, considerada la mejor miel del mundo y propia de la región. Esta miel terapéutica representa un mundo antiguo, una naturaleza virgen y un conocimiento sagrado para los habitantes de la región. Cada vez son menos los colmeneros que la recogen, y la profesión de Yakup está abocada a desaparecer. Es un trabajo duro y peligroso. Hay que colocar colmenas especiales en la copa de los árboles en zonas montañosas. La admiración que siente Yusuf por su padre se debe en parte a su sorprendente profesión. En mi opinión, tiene mucho que ver con su futura vocación, la poesía.

La ausencia del padre

No puede decirse que la trilogía de Yusuf carezca de figura paterna, sobre todo después de ver el poderoso lazo que une al padre y al hijo en MIEL. Pero se trataba de mostrar cómo vive Yusuf la ausencia posterior del padre, cómo compensa la ausencia. Visto desde la psicología, la temprana pérdida del padre explicaría la relación autoritaria con su madre en Süt/Leche. Puede que explique su fragilidad, introversión y falta de decisión en Yumurta/Huevo. Pero no me ocupo de psicología en mis historias. Intento reflejar, retratar una situación a un nivel más espiritual. En vez de diseccionar la existencia en el laboratorio psicológico y confinar la vida a relaciones causa-efecto, intento mostrar algo más grande. Filmar cerca de la costa del mar Negro

Rodamos MIEL en el pueblecito de Çamlihemsin y alrededores. Se encuentra en la provincia de Rize, cerca del mar Negro, en el noreste de Turquía. Escogí esta región por la naturaleza. Solo allí encontré los bosques que buscaba, pero las condiciones geográficas no nos facilitaron el rodaje, sobre todo cuando debíamos trabajar en los bosques. Solo podíamos llegar hasta un cierto punto en coche y el resto del camino se realizaba a pie, cargando con todo el equipo durante un buen trecho. Rodamos en lugares escarpados donde apenas podíamos mantener el equilibrio. Y el tiempo en la costa del mar Negro es impredecible. En una hora puede hacer sol, llover y levantarse la niebla, lo que planteaba un grave problema para la continuidad. Ahora, mirando mi diario, veo que llovió 39 días de los 48 que estuvimos allí.

La infancia de la humanidad

Si definiésemos los tiempos modernos como la mayoría de edad de la humanidad, diría que las localizaciones de MIEL siguen estando en la infancia de la humanidad. Rodamos en aldeas de montaña que pronto estarán abandonadas. Aún intentan vivir de acuerdo con las tradiciones y con las condiciones y reglas establecidas por la naturaleza. Sin embargo, los recursos hidráulicos naturales son destruidos para construir enormes presas, lo que es muy preocupante.


 El tartamudeo de Yusuf

Yusuf acaba de ingresar en la escuela y aprende a leer y a escribir. Cuando está solo con su padre, es capaz de leer lentamente sin equivocarse. Pero en clase, se pone nervioso y empieza a tartamudear. Sus compañeros se ríen de él y se refugia en el silencio y la soledad. Del mismo modo que para el Yusuf de Süt/Leche, que acaba de graduarse en el instituto y es declarado no apto para el servicio militar, no poder leer en voz alta delante de sus compañeros es un punto de inflexión para el joven Yusuf. Todos se mofan y Yusuf se encierra en sí mismo, desarrollando una fuerte unión con las palabras y la poesía.

La búsqueda del joven Yusuf

Buscamos al joven Yusuf en diferentes ciudades y pueblos durante meses. Fuimos a un sinfín de escuelas primarias, pero ninguno de los cientos de niños que entrevistamos me convencía para encarnar a Yusuf de niño. Al cabo de dos meses, decidí cambiar de región. Era una decisión arriesgada porque tiraba por la borda todo el trabajo realizado por el equipo de reparto: ya habíamos escogido actores para muchos papeles secundarios. Nos trasladamos a unos cien kilómetros de donde estábamos. Era una región casi deshabitada, con muy pocos niños, por la falta de trabajo y la emigración. Un día, cuando regresaba de buscar una localización, me encontré con Bora Altas montado en su bicicleta. Bajé del coche y me presenté. Sentí inmediatamente que había encontrado al niño que buscaba, un niño inteligente, sensible, que vivía en su propio mundo.

La transformación de Bora en Yusuf

Durante el rodaje de MIEL, Bora Altas tenía siete años. Bora se parece poco a Yusuf, es muy sociable, y debería interpretar. No fue fácil transformarle en Yusuf. Nos esforzamos y tuvimos mucha paciencia. Le expliqué cómo era Yusuf escena a escena y desarrollamos un vínculo basado en la confianza. Trabajé con él como con un adulto. Bora tuvo el valor de entregarse, pero siempre tuve cuidado de no abusar de su confianza y admiración. Es una experiencia que me ha enseñado mucho. Al no tener hijos, carezco de experiencia con niños. Pero nunca olvidaré el entusiasmo y el esfuerzo de Bora, ni de los otros niños.

Realismo espiritual

He aprendido muchas cosas en los cuatro años que me ha llevado realizar la trilogía de Yusuf. Me ha ayudado a dar forma a mi estilo como realizador, al que llamo, de momento, “realismo espiritual”.

Durante este periodo, no solo me he preocupado por los elementos cinematográficos, como la imagen, los actores, el sonido, las localizaciones, sino también por los técnicos, la financiación. He aprendido mucho. Realizar una película es como descubrir, incluso definirse a sí mismo a través del espejo que representa. No solo para el director, sino para todo el equipo. Por ejemplo, mi madre tuvo un pequeño papel en Yumurta/Huevo y en Süt/Leche, y cuando vio la casa en la primera, me dijo que se parecía mucho a la casa donde yo había crecido. Empezó a contarme numerosos detalles, historias de familia que desconocía y que usé posteriormente en las otras dos películas.


Premios
OSO DE ORO Berlín 2010

Crítica
“MIEL” ES UNA PELÍCULA POÉTICA QUE BUSCA LA BELLEZA DE LO COTIDIANO Y LO NATURAL EN CADA PLANO, CON LA MIRADA MILAGROSA DEL NIÑO BORA ALTAS Y UNA CIERTA MOROSIDAD NARRATIVA. UN CINE CUYA ESENCIA MORA EN LAS EMOCIONES.
Dictan las sinergias de la distribución que sea el cine turco una incógnita más allá de los nombres propios que se abren paso entre certámenes y premios, aislados ejemplos entre los que se encuentran Nuri Bilge Ceylan o, ahora, el por estos lares desconocido Semih Kaplanoglu. Lejos de la importante tradición comercial de la cinematografía otomana, son las suyas películas que pertenecen a un cine habitualmente bendecido en festivales, que tanto puede indagar en la crueldad emocional (“Los climas”, de Ceylan) como en el misterio del desamparo de esta “Miel”, pero cine que en cualquier caso mora en esencia en las emociones.

“Miel”, de Semih Kaplanoglu, no sólo experimenta esa descontextualización primera marcada por su origen, sino que nos llega en una extraña dislocación conceptual alterada por los designios de la cartelera. Es esta la tercera entrega de la proclamada “Trilogía de Yusuf”, que narra la infancia de su protagonista Yusuf después de que el director hubiera imaginado su juventud (“Huevo”) y el final de su adolescencia (“Leche”). Es decir, como una trilogía al revés que escruta el alma de un poeta con buscada poesía visual. En su escritura, este episodio que ocupa el niño Yusuf invoca a Víctor Erice y a Satyajit Ray, cineastas empeñados en la búsqueda milagrosa de los interiores de sus infantes protagonistas y que hallarían en Bora Altas la misma inocencia angustiada, la mirada enigmática de Ana Torrent y Subir Bannerjee.

En uno de los momentos más significativos —y bellos— en su metraje, un largo plano fijo encuadra la habitación en la que duermen Yusuf y su padre Yakup (Erdal Besikςioğlu). El niño se levanta y su progenitor le pide que lea en voz alta el día en el calendario, mientras él sale por el marco de la puerta y se sienta en el exterior. Cuando Yusuf termina, Yakup le llama y le sienta sobre sus rodillas, y el niño le cuenta al oído el sueño que ha tenido. El plano descrito habla como prodigio visual que permite la convivencia de lo cotidiano y lo bucólico, lo rutinario y lo hermoso, la sombra y la luz; pero también habla de la intromisión de los sueños en una realidad frágil y desnuda, una constante que Kaplanoglu introduce con sensibilidad FELLINIANA —la discreta, delicada alternancia entre lo onírico y lo presuntamente real— y cierta morosidad narrativa, quizá morosa porque la altura de sus imágenes no siempre se corresponde igual con la de la fascinación que las impregna.






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